viernes, 8 de mayo de 2009

Una visita a la calle de las lámparas y los focos.




Ir de compras al centro de la ciudad puede ser una experiencia totalmente fuera de lo común y transportarte a otra dimensión. Una dimensión onírica y extraña en donde a la realidad la cubre una cortina de sucesos que son pero no son.

Así lo experimente el otro día que acompañé a mis padres a la calle de Victoria, "la calle de las lámparas y los focos", en búsqueda de una cadena para colgar el candil de la sala.

Decidí acompañarlos para abrir mi mente y dejar a un lado mi consabida frase de "achh! No entiendo como les gusta ir a buscar focos" y de que al centro me gusta ir a trabajar y a pasear, pero no a comprar, pues la verdad eso de las compras nunca ha sido mi fuerte.

Para no perder la costumbre, resultó que buscábamos algo difícil de encontrar o inexistente en estas latitudes del mundo. Es algo complicado tener una mamá que tiene un gran conocimiento del interiorismo por lo que siempre está a la vanguardia y con un gran sentido estético.

Al principio la búsqueda parecía muy fácil pues ¿qué tan complicado puede ser conseguir una cadena para candil, pensé yo?

Ahhh! No sabía lo que nos esperaba…tuvimos que aguantar un calor horripilante pues en la mayoría de los locales estaban muchas de las lámparas prendidas y provocaban que en las tiendas se sintiera uno como pollo…rostizado; a un montón de “empleados” (de esos a los que no les gusta vender) desganados que ponían cara de zombies cuando les preguntábamos si tenían cadenas para colgar candiles y varios frescos que intentaron vernos la cara y vendernos una cadena (que por supuesto no se parecía nada a la que buscábamos) con un precio hasta casi diez veces más de lo que realmente vale, alegando que tenía baño de oro ( en vez de decir que estaban doradas). Ja,ja,ja- no pude evitarlo y saliendo de uno de los negocios me reí a carcajadas al ver como una de esas personas aseguraba que tenía baño de oro, una cadena por demás mal dorada. Me reí de desesperación ante tanta tontería.

Por supuesto, no encontramos la cadena que necesitábamos, pues solo había cadenas doradas y delgadas y nosotros buscábamos una gruesa y de tono café.

Es triste ver nuestra producción nacional sea tan limitada y que aunque esas cadenas doradas no combinen con todos los candiles, no se produzcan de otro tipo y lo que es más decepcionante, constatar que las personas que ahí trabajan no tienen empacho en engañar a los clientes e inventarse cuentos chinos como los “baños de oro”.

Tras dos horas en la callé de Victoria, empezé a sentirme bastante rara con una mezcla de cansancio y desesperación y espero que pase un buen tiempo antes de que regresar a hacer una excursión de compras al centro.

Bueno, no todo estuvo perdido, pude fotografiar un edificio art deco un poco deteriorado (no se que salvaje destruyó varios frisos que debieron estar decorados) , descubrí en donde está el Museo Victoria de Teléfonos de México y en la calle de Luis Moya, fotografíe la fachada de un edificio en el que todavía quedan algunos vestigios de su antigua gloria.

Que tengan un buen fin de semana!

Aines.

2 comentarios:

  1. Me puedo imaginar perfectamente las peripecias, como si yo también hubiera estado ahí; especialmente y a todo color la cara de zombies de los empleados que no tenían ni idea de lo que ustedes buscaban.

    Lo mío no son las compras, me da una desesperación medio extraña, que para qué te cuento ;)

    Saludos. Tessy.

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  2. Creo que compartimos el que las únicas compras que en el fondo nos gustan son las de libros! =)

    Buen día!

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